Bad Bunny – Pastor de la tribu globalizada

Bad Bunny es una figura ubicua. Aparece en las listas de fin de año de Spotify. En una película con Brad Pitt. En las noticias, con los estafados del concierto del Azteca y la palmera que vuela. Las referencias obvias de TikTok. En un concierto en lo alto de una gasolinera. En el transporte público, bocinas a tope en los changarros y centros comerciales, antros y fiestas caseras, redes sociales, todos coinciden en reproducir la música de Benito. Incluso la Academia, que avanza a paso de tortuga, ha entrado en la discusión sobre el reguetonero, con cursos decoloniales y de nuevas masculinidades.

- Por Miguel Ángel Morales

Todos esos temas que incluyen al mismo protagonista me tie-nen un poco harto. Aunque, guardando las distancias, pienso que así debió sentirse la beatlemania en su momento, con la saturación de los fab four hasta en las loncheras escolares, con miles de bandas replicando su sonido y las estaciones de radio copadas con sus melodías pegajosas. O cuando Thriller fue número 1 durante años. Casi dos siglos antes, se hablaba de la histeria colectiva que provocaba Franz Liszt en cada ciudad europea que se paraba. En el contexto globalizado e hiperconectado del Siglo XXI, la resonancia e impacto social se sienten distintos, toda vez que “lo real” es distorsionado por las redes sociales. Pero es cierto que las canciones de Bad Bunny hablan de un momento cultural actual y responden a una lógica generacional de la que todxs somos parte, directa o indirectamente: una Nueva Religión, como el nombre de aquella primera gira mundial que realizó Benito sin tener aún un solo disco.