AQUÍ DUERME LA LUNA

LOS DESTINOS TERRESTRES ESTÁN CERRADOS A CAL Y CANTO. EL ESCAPISMO, AHORA, ES SOLO UNA ILUSIÓN. PERO AÚN QUEDAN PASAJES SECRETOS QUE CONDUCEN A OTROS MUNDOS MÁS CALMADOS. EN EL DESIERTO DE BARDENAS REALES, EN NAVARRA, SE PUEDE VIAJAR A OTROS ESPACIOS Y OTROS TIEMPOS SIN CRUZAR NUESTRAS FRONTERAS.

- Clara Auñón

Al atardecer, la montañas de Bardenas Reales se mimetizan con el cielo en una paleta fantástica.

El suelo está para freír un huevo. Es mediodía y los pocos caminantes que se cruzan sobre la arena solo intercambian, de masca rilla a mascarilla, comentarios manidos a cerca de la climatología. En Bardenas Reales, cuando el sol alcanza el cénit y no hay nubes de por medio, el suelo amenaza con derretir las suelas de los zapatos. Una vez el astro caiga y tiña de rojo estas montañas de arena y agua, el termómetro dará la vuelta. La temperatura nocturna es más similar a la de un congelador. Una visita noctámbula, en cualquier caso, no parece muy apetecible. Las formas que el agua traza sobre sus montañas de arena deben de ser un buen lienzo para fantasías tenebrosas. De día, el panorama es otro.

UNIVERSOS PARALELOS

De pie y rodeada por sus 42000 hectáreas de arena beige, fina como la harina, una solo siente recogimiento y paz. La total falta de vegetación hace que el viento más suave levante velos de polvo crudo. Con ellos, la vastedad del desierto de Bardenas Reales se cuela por cada poro y lo llena de calma. No se escuchan aviones. No pían pájaros ni ladran perros. Tampoco pasan camiones de la basura. No hay olor. La nulidad de estímulos, más allá de los visuales, solo se rompe con el crujido suave de la arcilla que, cuarteada, se rompe bajo las ruedas de algún coche. Este mundo curioso – Parque Natural y Reserva de la Biosfera– se recorre únicamente así, a motor, aunque hay numerosas zonas habilitadas para aparcar y admirar el paisaje extraterrestre.