TENDENCIA: GANAR ALTURA

Pese a la incomodidad y el fetichismo que algunos les reprochan, los tacones siempre han sido el paradigma de la feminidad. Hoy, los diseñadores los despojan de las connotaciones de antaño para convertirlos en el último grito en power dressing. Miel sobre hojuelas.

- CARMEN COCINA

ANATOMÍA DE UN ACCESORIO

«El tacón es el detalle más importante. Es como la nariz en la cara: es lo que le da carácter», dice el diseñador Gherardo Felloni de sus últimas creaciones para Roger Vivier.  

Helmut Newton fue el primero en entender que, lejos de instrumento de tortura para solaz de la (lasciva) mirada masculina, los tacones eran girl power en todo su esplendor. Tan adherido estaba este elemento a su filosofía de la feminidad, sensual y despótica, que su díptico más célebre, They’re coming, mostraba a cuatro modelos avanzando con poderío en la misma pose, con una diferencia crucial: si en la primera foto aparecían vestidas, la segunda las retrataba en desnudo integral a excepción de unos vertiginosos stilettos, como si de una extensión natural de sus esbeltos cuerpos se tratara. Si Louboutin rara vez escindía los tacones de sus paradigmáticas suelas rojas (una apuesta estética compartida por Manolo Blahnik, el otro gran zapatero de nuestra era) no fue sin toparse con la resistencia de voces que, en nombre del feminismo, señalaban la incomodidad y supuesta sumisión sexista que estos centímetros tan favorecedores implicaban para las que los llevaban, y que aludían también a la vieja distinción clasista enraizada en la aristocracia y la burguesía: cuanto más aparatoso era el atuendo de una dama, más privilegiada era su posición.