GRISES Y JOROBADAS NAYARITAS

Alrededor de 10 000 ballenas viajan a México cada invierno. Las ballenas jorobadas y grises llegan hasta Nayarit, donde su avistamiento es algo notable

- GABRIELLA MORALES-CASAS

Cada año decenas de ballenas llegan a aguas mexicanas para pasar la temporada de frío de países como Estados Unidos y Canadá.

No hay filtro de Instagram, producción cinematográfica o digitalización por inteligencia artificial que iguale la honestidad de la naturaleza: es sobrecogedora… El instante en que un respiro despide vapor y se divisa desde lejos es el más feliz para cualquiera que navegue en una embarcación pequeñita, azorado bajo el rayo del sol, aun con una gorra puesta. Es la ilusión vuelta realidad: hay una ballena cerca. El brillo del sol sobre su aleta emociona. Lo que sigue, con suerte, es una aleta o quizá el caudal. La mejor recompensa para la espera y la fe es verla brincar sobre un costado en toda su inmensidad.

La ruta de ballenas grises o jorobadas, ballenas azules y cachalotes de Alaska y Canadá se extiende durante el frío invierno hasta California y el Pacífico mexicano, en busca de aguas cálidas para su reproducción. Baja California Sur, Jalisco y Nayarit pueden contarse como los privilegiados para recibirlas. En las costas nayaritas son visibles casi desde cualquier playa, cuando se asoman a lo lejos mientras los guardavidas tocan una campaña que anuncia su avistamiento.

Tres horas de incomodidades en alta mar lo valen todo cuando el animal más hermoso del mar concede este deseo. Brinca y, a su lado, un ballenato recién nacido busca imitar a su madre. Las lágrimas brotan entre los pacientes turistas que han soñado con verlas en vivo en el mar abierto, de un azul rey, de las aguas mexicanas. Ahí está toda la verdad de la vida, de la ciencia, del mismo universo… Es vivir un milagro. Es ver la vida tal cual es.