Qué Culpa Tiene El Niño (De Irle Al América)

¿Qué hace que nuestro corazón lata por un equipo, pierda o gane, llueva o truene? La respuesta es, precisamente, que no es el corazón, sino el cerebro el que decide.

- Edilberto Peña

La pregunta esencial es, ¿por qué preferimos una cami-seta por encima de todas las demás? Es más, digo, ya que estamos en eso, ¿por qué me gusta lo que me gusta? Pode-mos comenzar a buscar la respuesta en los clásicos. Para Platón, los valores universales existían únicamente en su mundo de las ideas, en el que todo era abstracto y solo podíamos conocer esas ideas si algo en nuestro mundo las representaba. Tanto rollo para decir que es innegable que hay cosas que nos gustan por el simple hecho de que nos agradan. Incluso podríamos asegurar que hay cosas que nos gustan a todos, como el chocolate. Nuestro cerebro, por razones evolutivas, prefi ere los sabores dulces, ya que estos representan menor riesgo de envenenamiento en la naturaleza que los productos de sabor amargo.

Pero, justamente, eso no sucede con un equipo, al contrario, entre más tiempo sigues a uno al que le va mal, más prestigio adquieres porque has sufrido con ellos.

¿PERO POR QUÉ?

Seguro hay otros factores que tienen que ver con mis elecciones… porque si no todos seríamos atlantistas. Estos los podríamos agrupar de la siguiente forma:

Valores culturales. Existen condiciones históricas y sociales que predisponen la elección de mi gusto. Si viví en la época de las “Campeonísimas” Chivas de Guadalajara o disfruté de ver jugar al Necaxa de los noventa, el grado de admiración y placer que me produjeron estos equipos míticos hicieron que se sesgara la decisión por mi equipo favorito. ¿Cuántos niños actuales no son hinchas del Barcelona porque han visto jugar a Leo Messi?

Yo le voy al pobrecito