Reconcíliate con el pan... y de paso con los lácteos

Un día, alguien decidió que el pan y los lácteos eran el demonio, como si de buenas a primeras todos fuéramos intolerantes a la leche y al gluten. La buena noticia es que ninguno de los dos es dañino. Es más, si los puedes procesar hasta tienen beneficios.

La idea de que estos dos alimentos son dañinos se esparció sin bases científicas. ¿La razón? Se diagnosticaron masiva y erróneamente alergias al gluten y a la lactosa, por ciertas reacciones que algunas personas tienen cuando comen trigo y lácteos.

Como si se tratara de una epidemia, la gente comenzó a llevar dietas libres de panes y lácteos, sin darse cuenta de que solo son una “solución” temporal a síntomas que reflejan algo más que una intolerancia: un colapso del sistema digestivo y del drenaje linfático.

LINFO… ¿QUÉEE? Así como el sistema digestivo es responsable de distribuir nutrientes y desalojar las sustancias peligrosas del cuerpo, los canales linfáticos se encargan de drenar toxinas del cerebro mientras dormimos, y ambos están íntimamente relacionados.

¿Y eso qué tiene que ver con el panecito delicioso y la leche? Cuando los conductos linfáticos se encuentran congestionados, las proteínas como el gluten (trigo) y la caseína (lácteos) terminan por tapar más el sistema linfático que rodea el tracto intestinal, ocasionando esos síntomas que la gente relaciona solamente con comer pan o tomar leche.

Tu sistema digestivo no funciona bien porque…

1. Tragas sin control alimentos llenos de toxinas y azúcar. El pan procesado, los lácteos llenos de conservadores, los aceites refinados y las hormonas de crecimiento que traen algunos productos no los puede digerir el cuerpo y eso inflama el revestimiento del tracto intestinal, congestionan el hígado y debilitan el sistema digestivo.